¿Un impuesto al sol?

Por Javier Rada (20minutos.es) – 31.07.2015

Tomo aliento contaminado por el ozono tóxico que han disparado las olas de calor y las emisiones sucias… y pienso en el sol. Antiguo dios y estrella espectral. La mayor fuente de energía en esta reserva planetaria. Promesa de salvación para nuestros nietos…

A pesar del sofoco, podríamos tener una salida. Entre sudores nos avisan de la llegada de un nuevo paradigma energético en uno de los terruños mejor irradiados de Europa. Chispas del inicio de una revolución tan esperada como la lluvia de julio. Una tecnología disruptiva –«que rompe de forma brusca», leo en la RAE– y una fuente de energía que estaba allí antes de que los homínidos cogieran la primera piedra.

Vivimos momentos apasionantes en el sector eléctrico porque estábamos ante un cambio de ciclo” Las nuevas oportunidades edifican el presente-futuro de las energías renovables, ya que los precios de esta tecnología, especialmente la fotovoltaica, han caído en un 80% en pocos años y han mejorado su rendimiento. Un crisol de posibilidades acaba de destaparse: la capacidad de cambiar nuestro modelo energético, que es caro, ineficiente y muy contaminante.

Un proceso que los alemanes llaman energiewende, transformación que apuesta por las renovables y superar la dependencia del carbón y las nucleares, haciendo partícipe al ciudadano. Un camino observado con esperanza, pero también con suspicacia.

España ha sido uno de los primeros países en demostrar la paridad red (concepto que certifica el momento en que una nueva energía se sitúa en un precio igual o inferior a la tradicional). Y por primera vez empiezan a ser rentables para el consumidor doméstico, debido a que nuestra factura de la luz está entre las más caras de Europa.

Tomo aliento, porque en realidad parece que estamos en guerra… Un conflicto solar. Denuncias de un impuesto al sol. Tenemos nuevos actores en este tablero eléctrico que era un monopolio natural. Y de entre ellos destaca el autoconsumidor de energía. Usa el techo de su hogar para instalar su nueva fuente vital. Un Quijote que no pelea contra molinos, sino que sueña con ellos, y con placas fotovoltaicas como yelmo. Con térmica solar para calentar el botijo o biomasa si dispone de los elementos. Con microturbinas conectadas al agua. Con construcciones bioclimáticas basadas en la eficiencia…

Algunos lo llaman loco e insolidario. Pero él responde tranquilo: «Puedes, amigo Sancho, ejercer tu derecho a producir tu propia energía. Puedes ahorrar en la factura de la luz. Puede tu hogar ser un pequeña central eléctrica que autogenere gran parte de sus necesidades y el resto lo negocie con la red. Puedes hacerlo solo o unirte con otros. Incluso, si dispones del suficiente espacio, puedes aislarte con tus placas fotovoltaicas, y declarar tu autarquía energética, sobre todo si se cumplen las cánticos proféticos sobre las nuevas baterías económicas que anuncian los fabricantes de TESLA».

El ciudadano energético

Hasta aquí el Quijote que sueña. Pronto responde Sancho con sus imposibles. Las renovables son intermitentes y no pueden acumularse. ¿Qué pasa si llueve? ¿O si nos golpea una larga ola de calor que afecte a su eficiencia? ¿Acaso no deben ir reforzadas por el carbón? Tenemos que cumplir con el déficit tarifario, aseguran Gobierno y eléctricas. Todas las piezas sacudidas en el tablero. Por su complejidad, lo llamaremos laberinto. El laberinto solar.

«Vivimos momentos apasionantes en el sector eléctrico porque estamos ante un cambio de ciclo, pasamos de un modelo centralizado, en el que operan un número muy reducido de empresas, principalmente a través de energía fósiles, a un sistema en el que tenemos nuevos actores, con grandes y medianas empresas innovadoras, inversores pequeños, familias, agricultores…», explica Natalia Fabra, economista y experta en el sector eléctrico. La estructura corporativa del sector se está fragmentado por agentes armados con mejores tecnologías.

España importa entre el 80-90% de su energía Este Quijote energético cabalga por la tierra solar, sigue el rumbo del viento, que en Europa nos lleva a países como Alemania, Dinamarca, el Reino Unido o Portugal. También en los Estados Unidos, Latinoamérica, Japón, y está respaldado su corcel por las directivas de la Unión Europea. «Los consumidores deben tener la libertad de generar y consumir su propia energía en condiciones justas con el fin de ahorrar dinero, ayudar al medio ambiente, y garantizar la seguridad del suministro», concluía la Comisión Europea.

El objetivo europeo es que para 2050 el 90% de la energía provenga de las renovables. Y el autoconsumidor juega un papel importante. Podría implantarse un modelo de energía distributiva basado en el balance neto. Mediante este sistema, se vierten a la red los excedentes autoproducidos, y no consumidos instantáneamente, a cambio de una remuneración, o de que la red te los devuelva cuando los necesites si no hay suficiente sol o viento.

tesla

El ciudadano energético es un prosumidor, un consumidor que a la vez produce energía, y que sus defensores tildan de «democratizador del modelo eléctrico». La energía dejaría de ser piramidal según este sistema. Todos podríamos participar del gran río de la electricidad.

Expertos y analistas, sin embargo, no se ponen de acuerdo en si el futuro seguirá siendo centralizado o muy distribuido: una red de energías renovables compuesta por miles de pequeños autoproductores, placas y aerogenedadores en sus fábricas, oficinas, casas, explotaciones agrícolas, juntos a huertos solares y eólicos de gran tamaño, incluso ayuntamientos remunicipalizando su energía como en Alemania… Y todo con la red haciendo de gran batería. Con este mecanismo dicen que podríamos ahorrar el 80% de la factura de la luz.

Es difícil saber hacia dónde vamos. Hay tecnologías que aún no han madurado y otras pueden seguir abaratándose. Algunas no son lo suficiente limpias. «No creo que vayamos a un sistema totalmente distribuido sino a un mercado integrado. Pero en pocos años los costes serán inferiores. A no ser que se desarrollen las baterías, necesitaremos centrales de gas que den respaldo a las renovables. Las baterías serían una revolución auténtica, porque almacenamiento y renovables son complementos perfectos», explica Natalia Fabra.

Predicen una espiral. Las empresas de los países que implementen el autoconsumo podrían reducir sus costes en la factura de la luz y por lo tanto exportar a mejor precio. Nuestro país, además, importa entre el 80-90% de su energía, cuando en realidad dispone de mucho sol y viento. En Canarias, por ejemplo, dependen casi la totalidad del exterior cuando tienen a su alcance todas las energías renovables (sol constante, viento, olas, geotermia…).

Se da el contrasentido de que Alemania tiene 8 veces más potencia fotovoltaica instalada que España, cuando nuestra eficiencia energética es del doble. «Es un objetivo lo suficientemente ambicioso, son tecnologías capaces de producir electricidad sin emisiones a coste cero por operación. Se les quiere poner puertas para que no se produzcan estos cambios. Lo único que van a poder hacer es retrasarlos con reales decretos como el borrador sobre el que parece está trabajando el Gobierno», explica Natalia.

En España los ciudadanos no disponen de suficiente espacio para instalar las placas Ah, Sancho, el borrador. El verdadero entuerto. El real decreto del Gobierno que busca regular el fenómeno del autoconsumo eléctrico mediante la imposición de cargos y peajes. El ejecutivo acusa de insolidarios a estos «prosumidores» por no sufragar parte de los costes del sistema, y trasladar este gasto al resto de usuarios. Los autoconsumidores responden que lo sufragan con suficiencia cuando usan la red, y que lo que busca es penalizarlos haciéndoles pagar el doble que al resto. Un desincentivo cuya finalidad, denuncian, sería la de mantener el antiguo modelo moribundo.

El punto nuclear está en establecer cargos por la energía autoconsumida instantáneamente, la que proviene de la placa a la casa sin pasar por la red. Así empiezan las metáforas. Tenemos la del huerto. Si uno consume los tomates de su terruño, ¿por qué debería pagar al supermercado un impuesto por lo que deja de consumir? Otra de las analogías tiene que ver con electrodomésticos más eficientes o el uso de bombillas de bajo consumo LED. ¿Tiene sentido cobrarle por el ahorro al consumidor?

Los insumisos solares

Las grandes eléctricas, representadas por UNESA, aseguran que no tienen nada en contra del autoconsumo, sino que su posición está relacionada con el déficit tarifario. «Somos neutrales, es una opción más y aún no regulada. El debate de fondo no es si autoconsumo sí o no, sino la mochila que cargamos en nuestra factura eléctrica por un proceso de inversión muy fuerte, fruto de las políticas energéticas de los últimos años, como los costes de las renovables, y que han creado un déficit tarifario de más de 10 mil millones de euros, y que todos lo pagamos dentro de la factura eléctrica. Si estos costes se financiasen de otro modo, fuera de la tarifa, estaría resuelto», explica Pedro González, director de Regulación de UNESA.

El sector fotovoltaico no lo ve del mismo modo, y acusa al Gobierno de querer atemorizar, y exigen una auditoría para saber los costes reales de esta deuda y no solo los reconocidos. Defienden que las renovables lo que hacen en realidad es abaratar el precio. «Se ha hecho con esto mucha demagogia, se ha utilizado una estrategia de marketing guerracivilista, enfrentar a buenos y malos, sin valorar los números», explica José Donoso, presidente de UNEF, que agrupa a la mayoría de empresas del sector.

Según sus datos, el impacto residencial del autoconsumo sería en realidad pequeño en España, ya que los ciudadanos no disponen de suficiente espacio para instalar las placas. Beneficiaría sobre todo a las medianas y pequeñas empresas, al coincidir sus demandas de electricidad con los momentos en los que hay más sol». En otros lugares del mundo esto se ve positivo. Lo lamentable es la pérdida de una ocasión, de centros de I+D pioneros como los de España, que van a ir desapareciendo porque no se permite un mercado más pequeño», explica José. Además, considera que sería una efectiva medida para combatir la pobreza energética.

El texto legislativo excluye de los recargos a «los aislados», es decir, aquellos que decidan separarse totalmente de la red eléctrica. Son los llamados insumisos solares.

Emilio Ballester, Presidente de la Fundación Desarrollo Sostenible

Emilio Ballester, presidente de la Fundación Desarrollo Sostenible, lleva más de un año desconectado de la red en su casa unifamiliar de Murcia. Juega con ventaja porque su región es de la más soleadas de España, pero asegura que es aplicable al resto. Ha desarrollado, junto con empresas españolas y extranjeras, un sistema de autoproducción autónomo.

La instalación de un equipo de autoconsumo ronda los 10-12.000 euros Su motivación fue la de dejar de ser «un esclavo energético» y tomar «una posición activa» en esta transición. A falta de balance neto, apuesta por una campaña «rebelde» de cortar los cables. Con 30 metros cuadrados repartidos por la casa se podrían cubrir la necesidad de una familia media. «Solo tiene que tocar el sol», asegura. Incluso le da para cargar su coche híbrido eléctrico.

El sistema, llamado AOSS, cuenta con una equipo de placas fotovoltaicas, una batería y un grupo electrógeno de gasoil de apoyo. Todo organizado de modo automático a través de un software. Afirma que solo ha tenido que encender el equipo de apoyo tres veces en invierno, y durante media hora.

La instalación de un equipo de autoconsumo ronda los 10-12.000 euros, aunque es más barato sin baterías. Una placa fotovoltaica está entre los 100 y 200 euros. La pequeña empresa podría amortizarlos en cuatro años y un consumidor doméstico en 13 si se implantara el balance neto. Durante esos años, pagaría un importe mensual similar al que paga a la compañía eléctrica. En caso de que se cumpla el borrador esta amortización podría alcanzar los 30 años para una familia.

Ricard Jornet es un empresario catalán que apostó por autoproducir parte de su electricidad en un restaurante a pie de playa en Mataró, La Sal del Varador. Desde 2013 ha ido instalando hasta 77 placas fotovolticas pasando de pagar 12.000 euros anuales en la factura de la luz a los 5.500 que gasta hoy. Por las características de su negocio –tiene neveras y frigoríficos– no puede desconectarse totalmente, pero ya cubre más del 40% de sus necesidades. Al ser empresario puede vender sus excedentes de temporada baja a la red, por lo que se reembolsa alrededor de 400 euros anuales.

«Fuimos de las primeras empresas en Europa, sino la primera, en demostrar la paridad red sin la necesidad de ayudas y primas. Incluso nos dieron un premio en la feria Intersolar de Alemania», explica Ricard. Su apuesta es una mezcla de valentía, eficiencia energética y compromiso. Ha construido bioclimáticamente el edificio por lo que no necesita aire acondicionado. «Lo que han conseguido con el borrador del proyecto ley es asustar, detener el autoconsumo sin mancharse las manos. Si lo aprueban, recurriremos a Europa o nos desconectaremos», concluye.

En este sector en plena sacudida eléctrica, además de los autoconsumidores, han surgido cooperativas de electricidad verde. Son como la banca ética del sector eléctrico, con un compromiso 100% renovable. Montan sus propias plantas solares y eólicas o rescatan las abandonadas por el corte retroactivo de las primas, o apoyan la transición como hace la empresa sin ánimo de lucro Ecooo. Su motivación es luchar contra un mercado que describen como opaco.

Sin necesidad de hacer ningún cambio en el contador el consumidor pueden recibir su luz de las empresas verdes a un precio similar al convencional. También, hacerse socio cooperativista. «Es otra orientación. Un recurso que tenemos aquí. Descentraliza el poder, porque nadie puede tener una central nuclear en su casa, pero sí placas solares. Es un beneficio para todos», explica Marc Roselló, de la cooperativa Somenergía, que fue la primera comercializadora española con certificado verde.

Su sistema ideal sería que se construyera desde la cercanía el modelo energético, ejerciendo los ciudadanos su soberanía, usando este recurso natural a nuestro libre albedrío, o mediante un pago transparente. Considera que esta transición o la hacemos de manera «reflexiva o será impositiva», cuando el cambio climático sea más evidente, «lo que provocará una enorme crisis social».

Este es un mensaje del futuro desde la salida del laberinto energético. Nos habla un portavoz de nuestro nietos: grandes y pequeñas empresas, familias, autoproductores, reguladores, legisladores, inversores, Quijotes, Sanchos… la huella ecológica es demasiado dolorosa. Apuesten. Usen y maduren las tecnologías limpias. En sus manos está que la salida a este laberinto sea la posibilidad de un bosque o un desierto.

Fuente: http://www.20minutos.es/noticia/2524848/0/impuesto-sol/transicion-energetica/planes-regulacion-gobierno/